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Días de toros y corridas

Muchos tienen la creencia que la fiesta de San Fermín se popularizó a partir del paso por Pamplona del escritor Ernest Hemingway. Si bien es cierto que el norteamericano describió con pasión (en Fiesta y en una serie de reportajes titulados "El verano sangriento"), esta marca y sello de la capital de la Comunidad Floral de Navarra, Es sabido que esta celebración tiene una historia de más de 400 años.

En sus orígenes los festejos eran en el mes de octubre, pero debido al lluvioso otoño obligó a adelantarlos hacia el verano. En 1591 comenzaron a celebrarse cada año entre el 6 y el 14 de julio.

Esta celebración (cuya atracción principal es "el encierro) proviene de la antigua costumbre de llevar cada día seis toros desde sus corrales, situados en una punta de la ciudad, hasta la plaza para la corrida de la tarde. El arrojo y la picardía de aquellos jóvenes transformaron este simple "acarreo" en una virtual competencia entre los "chavales". Con los años, se transformó en una tradición y finalmente, en un acontecimiento turístico.

El trayecto entre los corrales y la plaza no llega a superar los dos km, pero con los toros lanzados a velocidad, bastan pocos minutos para recorrer esa distancia. Los participantes se lanzan a correr delante de los toros hasta que el aliento los acompañe. Es por ello que se recomienda, antes de las 8 de la mañana, hora de cada "encierro", cantar tres veces con todas las ganas la canción que dice: A San Fermín pedimos/ por ser nuestro patrón/ nos guíe en el encierro dándonos su bendición.

Saber que el primer petardo, que se oye a las 8 en punto, indica que los toros ya están en la calle. Enseguida, otro, nos anuncia que los animales comenzaron su corrida. Llego el momento de empezar a correr, despacio en el comienzo, en dirección a la plaza. Cuando los toros nos dejan ver su furia por la retaguardia, es tiempo de dejar el orgullo y correr como si fuera la última vez.

Es bueno tomar precauciones. Sobre todo tener en cuenta que esas bestias de 600 kilos, lanzadas a velocidad y con sus cuernos afilados, no hacen diferencia entre locales y turistas, ni entre expertos o novatos. Si se va a participar de la corrida se debe estar muy atento para no tropezar o ser derribado por otros corredores, se recomienda correr en línea recta, sin cruzarse delante de toros o corredores.

Este ejercicio requiere de serenidad, buenos reflejos y una excelente preparación física. Además, vestirse con ropa y calzado adecuados y evitar la carga de objetos que dificulten la carrera, como mochilas y cámaras de fotos. No es este el momento oportuno para provocar o tocar a los toros.

Cuando, exhaustos, los corredores oyen el tercer petardo, saben que los toros ya están en la plaza. Unos segundos más tarde, un cuarto petardo señala que todo ha terminado. Colocados a una distancia prudencial del vallado, la comida y la bebida toman protagonismo. En conocidos restaurantes, se podrá saborear platos típicos en la calle antes y durante cada espectáculo.

Por último levantar la copa por San Fermín, un devoto cristiano oriundo de esta tierra, ungido obispo a los 24 años, y que a los 31, predicando en las Galias, fue perseguido, encarcelado y luego decapitado, y cuya vida en nada se vincula con esta celebración.

Los Sanfermines duran 8 dias y nadie puede permanecer indiferente. Entre encierros y corridas, entre desfiles y representaciones folclóricas, entre pasacalles, torneos deportivos y fuegos artificiales, los visitantes somos acosados por la sangría, esa gran bebida vasca ante la que rendiremos nuestro cuerpo y alma. El 14 de julio, después de las corridas, los mozos van al Ayuntamiento para anudar en su reja el pañuelo rojo que han lucido al cuello durante las fiestas. Tristes y cansados cantaran: Pobre de mí/ se han acabao las fiestas de San Fermín.

 






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