Portillo, a 164 km de Santiago (la capital de Chile), es un centro de nieve para vivir toda la aventura.
Llegar es descubrir un mundo blanco, majestuoso, deslumbrante. Portillo, en Chile, un lugar enclavado en los Andes, a 2.880 metros sobre el nivel del mar, tiene un clima seco que hace que su nieve sea el piso ideal para esquiar. Este centro a solo dos horas en auto de Santiago, desde que se lo creo en 1.949 ha ido ganando en confort que se convirtió en uno de los parajes elegidos por visitantes del mundo entero para practicar el deporte blanco y sacarse el stress cotidiano.
La nieve, tal un imán atrae hasta el más ajeno del mundo del esquí. Enfundados en trajes coloridos, los viajeros se aglutinan en la entrada del hotel con sus equipos a cuesta. Llego el momento de partir a probar suerte sobre las pistas. No hay mucha gente esquiando y por lógica tampoco nos encontraremos con largas filas para subir a los medios de elevación. El centro de esquí del Portillo, cuenta con 12 medios de elevación. Sus andariveles Va et Vient, que fueron diseñados en los ’60, permiten la llegada a las altas pistas, como Roca Jack o Cóndor, aún permanecen ahí, en abierto desafío a los expertos y brindando un acceso al gran esquí en nieve polvo a cancha abierta, además de innumerables pasos angostos y bastante escarpados.
Para principiantes y los de nivel intermedio también hay un espacio, tienen un equipo de 35 instructores que provienen de 8 países y están dispuestos a ayudarte y enseñarte a superar las dificultades que presentan el esquí y el snowboard en cada una de sus 34 pistas. Imposible no hablar de las bondades del centro sin dejar de mencionar a su pileta climatizada y el jacuzzi al aire libre, el gimnasio, la cancha de futbol y de básquet y además su microcine.
Con hechar una mirada por la noche en su sala de estar, el bar o la disco, lugares donde el “pisco sour” (el trago nacional), terminan por resultar ser una combinación implacable.
Como en casa
Portillo, es autosuficiente no hay pueblos cercanos, esta solo en lo alto de la Cordillera de los Andes. El paladar tiene su espacio reservado, ni bien entramos al comedor conoceremos a Juan Beiza, su maître, seremos atendidos siempre por el mismo personal, lo que nos permitirá conocerlos bien y sentirnos como en casa. El hotel cuenta con una dotación de 480 personas para atender a unos 450 huéspedes, esto nos garantiza una atención personalizada. Su chef, Rafael Figueroa, al lugar en 1986, junto con un equipo de 60 personas se encarga de las innovaciones en el arte culinario para conformar manjares gourmet.
Como entrada, “el caldillo de congrio y el atún en salsa de Pinot Noir y frambuesas, acompañado con puré de papas y vegetales, suelen resultar muy elogiados”. Los pescados y mariscos, por la ubicación suelen ser una base obligada. Pero no faltan las carnes y la alternativa vegetariana, siempre en compañía de los mejores vinos.
Los trabajadores del Portillo parecen ser parte de una gran familia. Tan grande como la tranquila Laguna del Inca, que sirve de escenario al centro de esquí. O tal vez, tan grande como la sonrisa que nos llevaremos por haber visitado es lugar maravilloso. Que como sostiene su eslogan, “recrea el espíritu de los Andes”.